“Por los que murieron faenando y por los asesinados por faenar hay que mantener viva la memoria”

vicente.llorca@canarias7.es

Antes de celebrar el de la Constitución toca
rememorar otro treinta aniversario, que ayer se cumplió, el del
ametrallamiento del pesquero lanzaroteño Cruz del Mar en aguas del banco
pesquero canario-sahariano en el que perdieron la vida siete marineros.
Fue el episodio más dramático, aunque no el único, que padecieron
nuestros pescadores en aquellos convulsos años en los que faenar en las
aguas en las que siempre lo habían hecho se tornó peligrosísimo, no por
las embestidas del mar y la dureza de las condiciones laborales sino
porque el lugar se convirtió en zona de guerra, a cuenta del vergonzante
abandono que España hizo de la que fuera una de sus provincias, el
Sáhara Occidental, en lo que fue un clamoroso y sonrojante ejercicio de
dejación de su responsabilidad como potencia colonial administradora.

La memoria no puede flaquear porque a día de hoy todavía no se sabe
quiénes fueron los responsables directos de sus muertes y los tres
únicos supervivientes, que todavía arrastran secuelas de aquella cruenta
vivencia, aún no han recibido ayuda alguna del Estado, porque aquel
ataque no le merece a la administración la calificación de atentado que
debe incluirse en la Ley de Víctimas del Terrorismo. Tampoco hay
monumento para estas humildes víctimas, hijos de un pueblo que vio,
embargado por la incertidumbre y la orfandad, como por razones de alta
política o de Estado, nada claras, se le hurtaba un caladero que siempre
fue suyo, no sólo por razones de vecindad e históricas sino, también,
porque fueron canarios quienes lo descubrieron.

Treinta años después de aquel ametrallamiento, el conflicto del
Sáhara siguen irresoluto, su territorio y sus aguas continúan en litigio
y el sin fin de resoluciones de las Naciones Unidas, que instan a la
celebración de un referéndum de autodeterminación, son papel mojado ante
la negativa de Marruecos a acatarlas.

Hace treinta años siete paisanos, tenían que ser siete, fueron
asesinados sobre la cubierta del Cruz del Mar sólo porque buscaban su
sustento allí donde ellos y sus antepasados lo habían hecho desde
tiempos inmemoriales.

Hoy ya no hay pescadores nuestros en el caladero al que le han
quitado hasta el nombre como se le conocía en todo el mundo,
canario-sahariano. Se sabía, desde que en 1975 España abandonó el Sáhara
y en 1976 firmó su primer acuerdo pesquero con Marruecos, que a estas
Islas se le cercenaba una de sus fuentes de riqueza.

La historia da y quita razones. Ahí está el implacable paso del
tiempo. Nuestras pesquerías han desaparecido, la industria pesquera dejó
de existir y la flota es testimonial.

Por los que murieron faenando, por los que fueron asesinados por
faenar hay que mantener viva la memoria para reclamar el reconocimiento
para ellos y para saber que nuestra realidad isleña es muy sensible a
los avatares que acontecen en su área y que esta, aunque, casi siempre,
queramos mirar para otro lado, sigue siendo convulsa.

Hablando de memoria, tras el hallazgo ayer, en el pozo del Llano de
las Brujas, en Arucas, de los restos de once personas asesinadas en la
Guerra Civil, ¿hay o no que abrir las fosas?